La novela de Alfredo Bryce Echenique fue publicada hace más de medio siglo y desde ese momento se ha ganado un lugar en el corazón de muchos lectores, no solo de habla hispana por esa pluma desmarcada de la solemnidad y no exenta de crítica hacia la clase social que describe muy bien.
Julius habita en el palacio original. Ese es su entorno y en él se desarrolla su historia. Alfredo Bryce nos presenta con esta, su primera novela, la historia de cómo el pequeño Julius va descubriendo el mundo fuera de su burbuja de inocencia y protección a través de sus años previos a la llegada de la pubertad.
El pequeño Julius es un niño de la alta clase limeña que ha perdido a su padre y cuya madre vuelve a casarse con Juan Lucas, quien al convertirse en su padrastro se erige frente a él como una figura autoritaria y frívola, la cual sintetiza muy bien el espíritu de esta clase social que Bryce nos describe. Susan, la madre, es una persona medrosa y tan frívola como Juan Lucas, pero bien intencionada. Ella, además de Julius, tiene tres hijos más: Santiago, Roberto y Cinthia. Esta última tenía una relación muy cercana con Julius y podría considerarse que era el único lazo de afecto real que tiene con su familia; sin embargo, su temprana muerte se convierte en un hito importante de camino a la madurez de nuestro pequeño protagonista.
Las otras relaciones afectivas de Julius son con las personas que integran el servicio doméstico de su casa, especialmente con Vilma, parte importante en la vida de Julius. El hecho de que sus relaciones afectivas fueran más fuertes con Vilma y compañía se debía con toda seguridad a la sensibilidad con la que el pequeño veía las cosas, pues ahí donde los demás no veían nada (como Juan Lucas, cuya elegancia también radicaba en que no miraba a los ojos a los que lo servían), él veía a los seres humanos que lo alimentaban, lo cuidaban y le contaban historias de lugares que él consideraba mágicos.
Casi siempre, la atención de nuestro narrador está enfocada en nuestro pequeño protagonista y en sus sentimientos. Por eso, aunque critique de manera decidida a la alta clase limeña, no puede evitar sentir por ella cariño o nostalgia. Es por ello por lo que él no se explica muy bien episodios que, vistos con ojos adultos —o con un cierto grado de malicia—, pueden resultar evidentes. Cosas que luego entenderá (dolorosamente), como el hecho de que cuando muere alguien de la familia, el ataúd sale por la puerta principal de la casa y cuando es del servicio, por la puerta falsa, hecho que, entre otros, grafica muy bien la desigualdad en la sociedad capitalina tan clasista y discriminadora.
A través de las cinco partes que conforman Un mundo para Julius vemos desfilar una serie de personajes que terminan de dibujar la clara línea que divide a dos mundos marcados por la frivolidad y el egoísmo por un lado, frente al cariño y la calidez por el otro. Hay muchas anécdotas que llegan a resultar muy graciosas por la manera tan fresca que tiene Bryce para contárnoslas, pero por momentos hay episodios que no aportan mucho y que son solo nostalgias prescindibles, como las del barrio Marconi y sus vecinos.
Sin embargo, la historia del crecimiento de joven Julius no te deja indiferente, y no interesa mucho el que la novela no te cuente mucho del contexto histórico en el que está ambientada, pues las diferencias que ahí se narran son, por desgracia, atemporales en nuestro país.
Por Christian Ávalos
Desgraciadamente en esa historia se refleja una triste realidad de este mundo