El cortometrajista húngaro Lazlo Nemes debuta en la pantalla grande con “El hijo de Saúl”. Una historia sobre un hombre en el medio del holocausto que busca enterrar a su hijo, pero en unas condiciones para nada fáciles, ya que se encuentra en un campo de concentración nazi.
Se llevó el Óscar como Mejor Película Extranjera, así que era necesario corroborar si era verdad tanta maravilla. Si nos centramos en la historia en sí, vemos que el conflicto sí tiene todos los elementos para atraer.
Geza Rohrig, un poeta húngaro, debuta como actor, y lo hace muy bien. Aquí interpreta a Saul Auslander, judío encerrado en un campo de concentración nazi, que tiene la horrible tarea obligada de vaciar los hornos donde eran incinerados sus compatriotas, lo que en ese entonces se llamaba un sonderkommando. El tipo (el personaje) está loco, lucha por enterrar a un niño que cree que es su hijo pero no lo es. ¿Podemos confirmar que es su hijo? No, porque no vemos cómo era su vida antes de estar ahí. Además en una parte de la película alguien le dice “tú no tienes hijos”, se queda callado y mucho después recién dice que el hijo no fue fruto de la relación con su esposa. Pero al margen de eso, ¿podemos culpar al pobre hombre por querer darle un poquito de sentido a la vida que lleva? Es como si para él, enterrar al niño, lo limpiaría de todas las atrocidades de las, obligado, fue parte. Como si quisiera salir un ratito de la realidad en la que está para hacer algo que se debería hacer normalmente.

Si vemos todo lo que pasa alrededor, nos daremos cuenta que el cruce entre esto y la historia central es lo que impacta, y te mantiene enganchado. Y es que el infierno está ante nuestros ojos pero en segundo plano, y esto se debe a que la cámara siempre está sobre Saúl.
Está filmada en tomas prolongadas y sin descanso, sin banda sonora, y con la sombría cacofonía de un campo de concentración – el golpe de las puertas, la búsqueda entre las posesiones de los muertos, los gritos a favor de los nazi y en contra de los judíos. Además está ambientada durante el transcurso de un día y medio en octubre de 1944. El tiempo justo y necesario para mostrar las cámaras de gas, las fosas comunes, los tiros en la nuca, los hornos crematorios, las vejaciones y humillaciones, la pequeña sociedad dentro de tan desesperanzador lugar, todo se acumula; mientras Saul sigue haciendo lo que le dicen que haga, su trabajo, el que quiere dejar para ir a enterrar a su hijo y de ésta manera sentirse en paz.

De modo que la manera de desarrollar la película se vuelve perfecta porque no deja ver demasiado como para caer en lo morboso, ni muy poco como para ser considerada purista. Es una película con dos objetivos: mostrar a la persona – el relato a través de las acciones del protagonista; y lo que pasa alrededor de ella – la descripción de todas esos espantosos hechos a los que los nazis sometían a los judíos privándolos de todos (absolutamente todos) sus derechos, incluso de enterrar a sus muertos.
Altamente recomendable, con un final inesperado, a pesar de todo lo que se ve en el transcurso de la película. Óscar bien merecido.
Por Christian Ávalos