Ya está disponible en las salas de cine nacionales “La Crónica Francesa” el film número diez del icónico cineasta estadounidense Wes Anderson.
La película da vida a una colección de historias del último número de una revista estadounidense publicada en Ennui-sur-Blasé, una ciudad francesa ficticia del siglo XX, y está protagonizada por un elenco coral de renombrados actores y actrices, incluidos Benicio del Toro, Adrien Brody, Tilda Swinton, Léa Seydoux, Frances McDormand, Timothée Chalamet, Lyna Khoudri, Jeffrey Wright, Mathieu Amalric, Stephen Park, Bill Murray y Owen Wilson.
Como suele suceder con las películas de Anderson, en “La Crónica Francesa” conviven múltiples referencias y mundos. En este caso, se trata de historias dentro de otras historias, dentro de recuerdos, dentro de encuadres, que convergen en un todo orgánico. El film es un tributo del cineasta a Francia y el cine francés, y también es una conmovedora reflexión sobre el desarraigo y la vida de expatriado. Pero, sobre todas las cosas, “La crónica francesa” es una poderosa carta de amor a la palabra escrita y a quienes hacen honor a ella a través de su profesión.

Quienes conocen a Anderson no se sorprenden de este homenajeque hace el realizador a través de esta película. “Cuando compartíamos habitación en la universidad, él estaba todo el tiempo leyendo The New Yorker, lo cual era bastante inusual. No recuerdo que estuviera suscripto, eso habría estado fuera de su alcance económico, pero estaba completamente absorbido por esa revista”, relata el actor Owen Wilson, amigo cercano y recurrente colaborador de Anderson.
El mismo cineasta cuenta que su relación con la revista es de larga data: “Cuando estaba en décimo grado, mi hora de estudio transcurría en la biblioteca, y frente a mí tenía estantes de madera con numerosas revistas. Me llamó la atención una con una ilustración en la tapa, y comencé a hojearla. Así me volví un asiduo lector de The New Yorker mientras esperaba que empezaran las clases. Comencé a leer números anteriores y a reparar en los nombres de los reporteros que aparecían una y otra vez. Y me volví totalmente fanático”.
La Crónica Francesa de la película es un tributo a esa temprana pasión de Anderson, y queda evidenciado en cuatro historias sorprendentes y complejas, de una elaboración exquisita, con una riqueza de detalles, inesperadamente graciosas y más inesperadamente conmovedoras.

El amor de Anderson por la palabra escrita y el mundo del periodismo impreso también se evidencia en la forma en que está estructurada la película. Dividida en cuatro partes, dedicadas a las cuatro historias publicadas en este número de la revista, el formato del film emula el sumario de la publicación. Así, la audiencia se sumerge en las historias -vívidas, conmovedoras, ricas en detalles- como si las estuviera leyendo, al mejor estilo de las celebradas crónicas de The New Yorker.
A su vez, el film lleva la impronta del periodismo gráfico en su estética. Entre otros, está presente en el logo del título, en los subtítulos que presentan las historias y en el “clima de redacción” que se crea a través de los personajes y sus andanzas. El encanto irresistible de las redacciones periodísticas está maravillosamente recreado a través de las oficinas de La Crónica Francesa, donde los cronistas escriben, conversan o simplemente comparten el tiempo libre, al son del repiqueteo de las máquinas de escribir y envueltos en el humo de los cigarrillos.