“Refugio” es el nuevo material que sorprende por ser enteramente de piano.
“Refugio” no es un disco de composiciones producto de experiencias concretas. Por el contrario, es un disco “que se ha escrito solo” pues alberga diez de la serie de veintiocho improvisaciones que Laura Arroyo soltó en el piano en la segunda mitad del año pasado. Improvisaciones sin otro filtro que la urgencia de resguardarse y cuya relación entre ellas se hace evidente al darle play a este disco.
“Aguas de altura” rememora el lago puneño, “Insomnios de abril” la lluvia de un Cusco como destino final del viaje electoral, “Toque de queda(te)” describe los tránsitos cómplices por una ciudad en aquel febrero de horas cortas, “Escalas para decir adiós sin despedirse” como una especie de canción de cuna dedicada a las partidas y el deseo de no desarraigarse, “¿Dónde estoy?” como la obertura de un disco que, desde el inicio, nos habla de otro tipo de belleza.
Este es un disco donde no escuchamos una ejecución impecable sino, por el contrario, un piano imperfecto, una ejecución honesta, un temblor de muñecas y yemas de los dedos. Un dolor en cada grave altisonante y ruidoso. Una disonancia tras la utilización del pedal derecho. Una imperfección que desde su honestidad narra un país mejor que desde los discursos.