(Reseña) “El soplador de estrellas”: Los deseos a veces cuestan

(Reseña) “El soplador de estrellas”: Los deseos a veces cuestan

El soplador de estrellas es una linda historia para toda la familia que se encuentra en temporada en el Nuevo Teatro Julieta en un divertido montaje dirigido por Yasmin Loayza y en el que actúan Manuel Calderón (como el Maestro Bornolio) y Ximena Arroyo (quien encarna a Cibelina).

Bornolio tiene un claro propósito: soplar las estrellas para que se cumplan los deseos que pide, los cuales, como él mismo dice, no son deseos para él, sino para los demás. Deseos como que ya no haya desastres naturales o que se acabe la pobreza del mundo le cuestan a la naturaleza la desaparición de una estrella por deseo, la cual es soplada por este excéntrico científico con el estelaeróforo retráctil, un aparato de su invención.

Para cumplir con este propósito, el Maestro Bornolio necesita de una asistente que siempre le ayuda a mirar hacia abajo porque él no puede hacerlo dado que tiene que mirar al firmamento en búsqueda de más estrellas que soplar. Cibelina es una encantadora joven soñadora que responde a la convocatoria del maestro. Entre ellos surge una poco convencional relación de maestro y aprendiz, de la que Cibelina es parte con mucho entusiasmo hasta que se da cuenta de las consecuencias de las acciones de Bornolio y ya no quiere involucrarse con eso.

La obra nos presenta la azotea de la casa de Bornolio como el centro de operaciones de este. Toda persona adulta que haya tenido la oportunidad de ser un niño con azotea entenderá la referencia y disfrutará recordando todas las posibilidades lúdicas que este patio de juegos ofrece. Jugar en la azotea es lo máximo, y es lo que Manuel Calderón y Ximena Arroyo hacen en todo momento, dejando salir a sus niños interiores. Por eso es tan fácil que el público infantil se identifique con sus personajes. En ese sentido, es muy divertido verlos interactuar con los actores en escena.

La química entre ellos es evidente, no solo porque son compañeros de la AAA desde hace tiempo sino también por su propia calidad actoral y experiencia en las tablas haciendo personajes que les permitan precisamente explorar, como cuando los vimos hace pocos años en Esperando a Godot, de Samuel Beckett, obra difícil, retadora, pero que ellos hicieron propia. Cosa similar pasa con El soplador de estrellas, que ya han puesto en escena en más de una ocasión.

Y como en toda obra infantil, es digno de mención y de admiración la enorme capacidad que tienen estos actores para mantenerse en personaje a pesar del constante asedio del público más difícil, los niños que te hablan sin filtro y son capaces de ser un reto muy grande.

Por fortuna, en las funciones, tanto los más pequeños como los más grandes lo pasamos muy bien. El ritmo nunca decae y el texto te sabe construir una relación de amistad entre sus protagonistas, y por eso todos nos alegramos con ese final que nos recuerda que los deseos se llegan a cumplir sin necesidad de soplar tantas estrellas.

Por Christian Ávalos.

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