(Reseña) “Un vano intento de ir tras el sol”: el oso hormiguero nunca mira hacia arriba

(Reseña) “Un vano intento de ir tras el sol”: el oso hormiguero nunca mira hacia arriba

Hasta el 18 de junio tienes oportunidad de ver Un vano intento de ir tras el sol, escrita por Nae Hanashiro y dirigida por Micaela Valdés en el auditorio Julio Ramón Ribeyro del Centro Cultural Ricardo Palma de la Municipalidad de Miraflores. La obra cuenta con las actuaciones de Gabriela Gallegos, Daniela Zea, Daniela Trucíos, Macarena Carrillo y Karina Toscano.

Quien entre en la cabeza de un dramaturgo, o para el caso que nos atañe, una dramaturga, es bajo su propio riesgo. No me quiero ni imaginar la cantidad de demonios que hay que exorcizar en una cabeza hecha para hacer drama. Esto es lo que nos muestra este texto de Nae Hanashiro: cómo una dramaturga enfrenta a la página en blanco, sacando a relucir sus conflictos internos, exponiéndolos sin pudor a “ellos”, que esperan que ella tropiece y caiga.

Pero ella no les dará el gusto. No se los da desde que era la niña rara que se inventaba juegos y que no bailaba como las demás. Dentro de ella luchan, como una especia de “Intensa-mente” la niña que aún es, su amiga imaginaria, la actriz que no fue y la bailarina que tampoco pudo ser. En su cabeza están cada una de estas entidades enrostrando el miedo y la desesperación producto directo del terror que siempre produce la página en blanco. Quebrarse ante ella es fácil.

La obra está compuesta de varios momentos o escena con aparente poca conexión entre una y otra, pero que, cada una cargada de interesantes símbolos, nos cuenta un dolor antiguo que forjaron el carácter de la niña, quien, además, tenía una maceta en la que había una plantita que era ella misma, rota, distinta.

Destaca entre todas las intérpretes Gabriela Gallegos, quien tiene un buen logrado momento como la actriz que habita en el subconsciente de la dramaturga. Son sus líneas quizá también lo mejor de la obra: visceral, sincera, muy duro por momentos. En cada momento transmite toda su fuerza actoral. En una obra como esta, el reto es mantener un nivel parejo, pues los momentos son irregulares, y así como hay momentos bien logrados, también hay otros en que el ritmo decae, quizá también a causa de las transiciones poco limpias que, esperamos, sea un aspecto que mejoren las siguientes funciones.

Sin embargo, a pesar de esto, la obra cumple con sea otorongo y oso hormiguero al mismo tiempo: una creación salvaje que se niega a ser encasillada.

Por Christian Ávalos

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