Hasta el 1 de octubre tienes la posibilidad de ver Ficción para adultos, una comedia escrita por Brian Richard Mori y dirigida por Diana Moscoso, que cuenta con las actuaciones de Leonardo Torres Vilar y Gabriel Poémape, en el Teatro de Lucía.
Pocos lugares transmiten soledad como una tienda de pornografía en una ciudad tan grande como Nueva York, una ciudad que por su inmensidad te anula y que en muchas ficciones la hemos visto forjar personajes solitarios, uno de los más conocidos ejemplos es sin duda el Travis Bickle de Taxi Driver.
En este caso conocemos a Don, interpretado por Leonardo Torres Vilar, quien es un exconvicto que quiere reconstruir su vida, pero que se ve estigmatizado por su pasado y solo puede encontrar trabajo en lugares deplorables como esta tienda pornográfica que, como para terminar de redondear lo simbólico de todo esto, queda en un sótano. En ella se encuentra como una serie de parroquianos muy pintorescos. Uno de ellos es Mikey, interpretado por Gabriel Poémape, un joven que anda extraviado en la vida y que a sus 19 años ya es carne de cañón. Don, al verse reflejado en él, intenta hacerlo cambiar de rumbo e incluso quiere vivir a través de él como si fuera una especie de Cyrano para que él concrete una cita con una joven llamada Rose, la cual es amiga de Don y atiende el café donde él va a desayunar.
Las expectativas con las que uno llega al Teatro de Lucía al leer el título de la obra lo llevan a imaginar que se tratará de un tema quizá erótico y cómico en el que la temática sexual será lo que bañe toda la trama y determine el comportamiento de los personajes. Pero ese no es el caso en esta obra. Todo no es más que una mera excusa y un marco perfecto para encerrar a dos personajes los cuales vemos desarrollarse ante nuestros ojos de una manera hasta deliciosa.



Por un lado, tenemos al ya mencionado Don, cuyos diálogos nos llevan continuamente a la reflexión sobre cómo las malas decisiones en la vida pueden terminar orillando a una persona a encerrarse en sí mismo. No menos interesante son los mensajes subtextuales que rodean esta obra. La relación cuasi paterno-filial que hay entre ambos personajes, la redención que busca Don, la amarga conciencia que tiene Mikey de sí mismo, de su inutilidad para funcionar en el mundo de arriba, en la superficie, porque solo cuando entra a las entrañas de la licenciosa tienda parece, aunque suene paradójico, rodearse de buenas personas. Todo lo contrario a la superficie, en donde solo se rodea de gente de malvivir y, como un Travis precisamente, no sabe cómo interactuar correctamente con alguien en una cita.
Es bastante complicado sostener una obra de formato largo en solo dos personajes, pero el reto actoral que esto implica es muy bien llevado por ambos intérpretes. Leonardo asume con hidalguía el papel de viejo y se divierte con él. Conmueve en sus momentos de nostalgia y de impotencia. Gabriel es un Mikey convincente en los momentos en que lo va arruinando todo, pero no llegas a odiarlo, y es hasta enternecedor verlo equivocarse tanto. Aunque en su quiebre final cueste un poco más empatizar con él.
La dirección nos hace un planteamiento escénico muy atractivo que da la importancia debida a los diálogos de ambos, aderezada muy bien con canciones setenteras que redondean esta atmósfera solitaria y nostálgica en un lugar quizá estigmatizado, pero no exento de tener dentro de sí a personas nobles que, aunque equivocadas, merecen una segunda oportunidad sobre la tierra.
Por Christian Ávalos